Me cuesta contestar siempre esa pregunta porque para mí es algo muy personal. La gente suele definirlas como coloridas, alegres, con cierta tendencia al mundo infantil…

Voy más por etapas. Al principio era una loca de Basquiat y de Cunning. Me encantaban. Pero cuando empecé a trabajar en el museo, mantuve mucho contacto con el mundo del arte y de los artistas, por lo que he ido evolucionando hasta hoy.

Soy de las que se ponen a pintar y pasan horas y horas pintando. Me puedo llegar a olvidar hasta de comer y cenar. Hago muchos cuadros, pero luego me tengo que poner a seleccionar porque no todos sirven. Es aquí cuando te entran las dudas internas: “esto no me vale, ni esto, ni esto tampoco…”. De 200 obras, puedo llegar a quedarme solo con tres.

Que me guste la pieza, solo eso. Prefiero tener dos que me encanten a tener 200 que no me digan nada.

Totalmente. Muchas personas convierten su casa en un museo, pero a mí eso no me llena como artista.

Prefiero calidad, pero relacionándola siempre con algo especial y exclusivo. Comprarte algo de un artesano o de un diseñador pequeño te asegura que no lo va a llevar a cabo todo el mundo. Es algo unico.

Es una forma de expresión en la que plasmamos nuestra manera de ser. A través de ella lanzamos un mensaje al mundo que forma parte de nosotros. Yo, por ejemplo, me visto igual como me expreso.

Siempre use ropa de colorines por eso se puede decir que visto de la misma manera que pinto. Si un día voy en vaquero y camiseta me dicen: “¡Qué rara vas hoy!, ¿qué te pasa?”.

Me gustan mucho los diseñadores que ofrecen propuestas diferentes. Me encanta Miranda Makaroff por su ropa colorida. También me gustan David Delfín y Agatha Ruiz de la Prada.